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Entrevista a Pedro Vallín

  • Foto del escritor: cafeymicro
    cafeymicro
  • 14 oct 2021
  • 30 Min. de lectura

Actualizado: 25 nov 2021

Hablamos con el periodista parlamentario de La Vanguardia Pedro Vallín


Café y Micro con Pedro Vallín. El reconocido periodista de La Vanguardia y tan aclamado como odiado tuitero nos habla de su trayectoria, su visión actual del periodismo, su labor como periodista parlamentario, sus polémicas en Twitter, Pablo Iglesias y mucho más.

Equipo

Entrevistador: Carlos García (@carlijos_)

Cámara: Víctor López (@viclopezminguez)


Lamentamos mucho el fatal sonido con el que se grabó la entrevista. Por eso, el vídeo cuenta con subtítulos y a continuación les dejamos la transcripción completa del Café y Micro con Pedro Vallín.


TRANSCRIPCIÓN COMPLETA


PREGUNTA: Buenas tardes, Pedro. Muchas gracias por venir a Café y Micro. Como el nombre de nuestro propio medio, te quería preguntar si eres muy cafetero, si tomas mucho café.


RESPUESTA: Sí


P. ¿cuántos?


R. Yo he tenido épocas de mucho más. Cuando empecé a trabajar estaba por encima de los 10 cafés.


P. ¿10 al día?


R. Sí, pero ahora intento controlar. Desayuno mucho café. Un café muy largo, media cafetera. Y luego procuro solo tomarme otro café a lo largo del día. Pero sí.


P. ¿Y te consideras también un cafetero de la política.


R. sí. Lo primero que hice en periodismo fue política, política local. Y, básicamente, la parte más divertida de la política, además, son los cafés. Los cafés cuando puedes hablar relajadamente con alguien para que te cuente claves, que no necesariamente vas a usar, pero es cuando te orientas sobre lo que pasa.


P. Estudiaste ciencias de la información, una carrera entonces que abarcaba casi todas las ramas de la comunicación. ¿Crees que ahora hubiera sido más ideal para ti un doble grado, por ejemplo, como el de periodismo y comunicación audiovisual?


R. Estuve a punto de hacerlo. En el plan de estudios que me tocó a mí, los tres primeros cursos de ciencias de la información eran comunes y había dos cursos finales que eran la especialidad, y había prensa, publicidad y comunicación audiovisual. Yo estudié en Leioa, en la Universidad del País Vasco, en Bilbao. Allí no había comunicación audiovisual, había las otras dos ramas, publicidad y prensa. Me hice el cuarto de las dos especialidades, pero me decepcionó un poco la comunicación publicitaria y, entonces, en quinto, solo me hice el de prensa. Un poco tonto porque, al final, como había asignaturas convalidables, con dos o tres asignaturas más que hubiera sacado tendría la doble licenciatura. Pero bueno, tampoco las cuestiones de título me preocuparon mucho en ese momento y decidí hacer solo el último curso de prensa.


P. En tus primeros años trabajaste en tu tierra, en Asturias, y en 2001, que es cuando nosotros nacimos, ya hace 20 años, viniste para Madrid. ¿Cómo fue el salto de tu tierra a la capital?


R. Fue un salto en muchos sentidos porque, no fue solo venirme a la capital, fue venirme Internet. Yo me vine a Madrid a trabajar en una revista cultural online que me había buscado porque el que era redactor jefe era asturiano, me conocía, me había leído y me vino a buscar. Fue un salto muy mal medido porque vine en enero de 2001 y en octubre de 2000 empezó un fenómeno que se llamó entonces “la crisis de las .com”, que fue que se había creado en los dos años anteriores una gran burbuja en torno a las páginas web y a su cotización en bolsa, y de repente se empezó a hundir todo. Entonces, la empresa a la que yo vine a trabajar a Madrid, que era de capital mexicano, que era una revista cultural online, cerró operaciones en España cinco meses después de llegar yo. O sea, yo llegué aquí, y cinco meses después estaba en la calle.

Ya me quedé en Internet unos años. Seguí hasta 2005 trabajando en Internet haciendo, sobre todo, información económica.


P. Normalmente has trabajado en prensa tradicional, o bueno, prensa escrita. ¿Nunca te han ofrecido, por ejemplo, trabajar en radio o en televisión?


R. No. Pero, además, también lo que te ofrecen es un poco lo que buscas. Es decir, si tú estás en prensa escrita y te gusta mucho la radio o la televisión, pues vas intentando acercarte a eso. No es mi género. Nunca me sentí cómodo. Siempre me sentí muy a refugio escribiendo. Y tan es así que, cuando llegué a Madrid, después de cinco años en medios online, busqué volver a papel. Entonces, estuve dos años en el gratuito Metro, que era para mí un poco como regresar a lo que había aprendido al principio, que era el periodismo escrito en formato papel. Y no, nunca me tentó la radio y la televisión. No, la verdad. O sea, he participado. Cuando hacía cine a veces iba a la radio con María Guerra en la Cadena Ser a hablar de los estrenos. Me he sentido cómodo, pero a la vez como con la sensación del invitado, como que no es tu desempeño. Y la televisión nada.


P. ¿Vaticinas, crees que habrá un futuro difícil para los medios tradicionales en favor de nuevos medios como Twitch, por ejemplo?


R. Sí. Pero también tiene que ver mucho con la edad. Una cosa es la crisis de los formatos en lo económico, la crisis del periodismo escrito en cómo financiarlo, porque la venta de periódicos se desploma, bueno, lleva cayendo hace ya 20 años, o casi. Y otra cosa muy distinta es su contenido, es decir, el producto del periodismo escrito. Yo creo que el periodismo escrito no está en crisis, que sigue habiendo mucho público lector, de hecho creo que hay más lectores que nunca. Y en cuando a los nuevos formatos, creo que tienen muchísimo futuro. En realidad tienen muchísimo presente, están consolidados. Pero no son excluyentes. De hecho, yo diría que la suerte del periodismo escrito es que el acto de la lectura es un acto que tiene sentido en sí mismo. Y en ese sentido, Twitch, o antes de Twitch, los vídeos en streaming (como es el caso de Doménech, que antes de hacer vídeos para Twitch producía piezas para YouTube), creo que en todo caso compiten con la televisión sustancialmente, no con el periodismo escrito. También creo que tienen una gran ventaja, o que tienen un gran beneficio, que es captar nuevo público.

Una de las, digamos, obsesiones de los periódicos escritos (lo recuerdo desde hace muchos años) era que no tenían lectores jóvenes. Bueno, no tenían lectores jóvenes… Cuando yo estaba estudiando la carrera, en mi clase, comprar el periódico todos los días lo hacía un porcentaje pequeñísimo de los alumnos. Creo que también para eso hay edades, es decir, muchas veces se hacen estos titulares tremendos de “solo el 5% de los menores de 25 años leen medios” (el resto se informa a través de otros canales), pero eso no significa que cuando esos jóvenes crezcan no vayan a leer. Esto es un poco como una figura que decía un amigo mío economista, “hay un punto en el que dejas de pedir Coca Cola con la comida y empiezas a pedir vino”, y eso tiene que ver con la edad, es decir, que pidas Coca Cola cuando tienes 20 años no significa que la industria del vino se vaya a ir al carajo porque ningún joven bebe vino. No, pues el vino es una cosa que empiezas a consumir a otros años. Y creo que con los consumos de contenidos pasa un poco esto, depende de la edad consumes un tipo de contenido u otro y te interesan unas cosas u otras. Y en ese sentido no creo que el periodismo escrito esté en problemas. Creo que los modelos de negocio están en una reconversión muy fuerte. Yo creo que a estas alturas ya estamos en un momento en que para los medios convencionales, habitualmente de papel, los muros de pago están funcionando racionablemente bien, los medios en abierto tienen mucha audiencia, los medios digitales en escrito son en abierto. Y luego, efectivamente, sí, hay toda una nueva modalidad de lenguajes, a través de Twitch y otras plataformas, que funcionan muy bien para el público joven, y que el público mayor es como si no existiera, no sabe que existen estas cosas. La gente de mi edad para arriba, le hablas de Ibai Llanos, que seguramente sea el comunicador más importante de este momento en España , y no saben quién es ni han oído hablar. Pero bueno, eso ya te digo, creo que tiene que ver con la edad y con los intereses de cada uno con la edad que tiene.



P. ¿No crees que los muros de pago en los periódicos tradicionales generan una cierta desigualdad a la hora de que hay gente que no puede permitírselo y por tanto se le está excluyendo cierta información?


R. Sí, pero hay dos cosas ahí. Primero, por un lado, creo que son extraordinariamente baratos o asequibles para lo que cuesta producir la información. Y segundo, y casi te diría que es más importante, los muros de pago los tienen hoy los que antes eran, básicamente, periódicos de papel, y siempre fueron de pago. Siempre fueron medios que el fin de semana vendían muchísimo, los domingos se compraba en las casas periódico, pero en realidad entre semana no tanto. El gap de venta que tenía un periódico de papel convencional un martes o un domingo era de 1 a 10, y nadie en ese momento pensaba que había una segregación informativa por el hecho de que los periódicos se cobraban. Por lo cual, no creo que sea grave.

De todas maneras, también por otra parte, yo estuve dos años en prensa gratuita y lo viví, hay una parte importante ahí que es que cuando no cobras estás muy en manos del anunciante. Cuando solo te financias mediante la publicidad que gestionas para el medio (y en la prensa gratuita lo notábamos mucho) estás completamente en manos del anunciante. Los dos años que yo trabajé en el gratuito Metro, que en España había en ese momento cuatro gratuitos de tirada nacional (Metro, 20 Minutos, Qué y ADN), estábamos todos en manos de las inmobiliarias, porque la publicidad sustancial que teníamos eran promociones inmobiliarias. Entonces, ¿cómo afecta eso a la información económica que puedes hacer en esos años de burbuja inmobiliaria?, pues mucho. En cambio, si tienes un medio de pago te financias mediante suscripción y tienes más margen. Evidentemente, no hay un modelo perfecto. También es verdad que, hoy que hay medios convencionales, como el que yo trabajo (La Vanguardia), estamos tendiendo todos al muro de pago pero a la vez hay muchísima información de alta calidad disponible gratis. Se trata de que el muro de pago sea para un público que quiera una información muy sofisticada. También creo que, además, el muro de pago revierte una responsabilidad en los que trabajamos en medios de hacer cosas vocacionalmente sofisticadas.


P. Si no me equivoco, tu labor antes era la de periodista cultural pero ahora es la de periodista parlamentario. ¿Con cuál de las dos te quedas?


R. Con ninguna, sucesivamente. Yo he hecho, salvo deportes, todas las secciones que tiene un periódico: he hecho sucesos, tribunales, información local, información de política autonómica, patrimonio y arqueología, aquí en Madrid hice durante cuatro años y medio información económica, mercados financieros. Luego, en la parte de la Vanguardia, estuve casi diez años, nueve años y pico, haciendo información cultural, que además hacía todo porque funcionaba como el corresponsal cultural de La Vanguardia en Madrid porque el resto de mi sección estaban en Barcelona todos, y hacía Teatro Real, estrenos de cine, entrevistas a escritores, en fin, de todo, lo que tocara.

Estoy muy en contra de la especialización, o en todo caso defiendo una especialización sucesiva, es decir, que te especialices en algo pero un momento dado lo dejes y te especialices en otra cosa. Creo que parte de la gracia, de lo que yo me divierto con este trabajo, es por afrontar marcos nuevos. Y, en el fondo, aprovechas todo el bagaje que traes. yo no haría información política igual si no hubiera estado cuatro años haciendo información económica y, desde luego, no haría la información política igual si no hubiera estado diez años viendo pelis y yendo al teatro y a los museos.


P. Eso se ve un poco en los vídeos que publicas los viernes, tu ‘Homilía de los viernes’. ¿Son estos un anticipo de un Pedro Vallín streamer?


R. Estos planes tienen poco que ver conmigo porque el periódico me ha sugerido algunas cosas al respecto. Por un lado, y aunque hay gente que lo hace muy bien, más o menos de mi quinta como Ángel Martín, hay algunos lenguajes que creo que son propios de otra generación y que no sé si me sentiría cómodo utilizándolos. Es un poco como tener 50 años y vestirte como si tuvieras 20, puedes hacer el ridículo. Entonces, esos formatos, no digo que no vaya a hacer cosas porque me flipa lo que veo, era fan de Emilio Doménech hace años con sus vídeos de YouTube, yo aunque hago las homilías y me divierto mucho haciéndolas, creo que mi lenguaje es el escrito. De hecho, las homilías las escribo y me he inventado un teleprompter para hacerlas porque es el lenguaje en el que me siento cómodo. Esto de hacer lo que hace Facu Díaz en Twitch de conectar por la mañana a las once y estar dos horas comentando la actualidad en tiempo real, no digo que no lo haga, pero no me veo mucho. Pero por generación. Me veo consumiéndolo, yo estoy suscrito a varios canales de Twitch, pero no sé si es lo que yo haría mejor.


P. Volviendo al periodismo parlamentario, ¿Cómo es una semana para un periodista que sigue la actualidad del Congreso?


R. Desde el punto de vista más prosaico, explicada en horario, los martes por la mañana, que son, normalmente, la junta de portavoces y la mesa del congreso (se reúnen primero la mesa y luego la junta), luego hay una sucesión de ruedas de prensa en la sala de prensa del Congreso durante toda la mañana donde suelen bajar casi todos los portavoces, y a eso de las tres empieza el pleno que dura hasta las ocho. El miércoles es el día de la sesión de control. A las nueve de la mañana empiezan las preguntas al Gobierno, es la parte más vistosa de la semana, porque el pleno dura de martes a jueves. En el miércoles es el corazón de la actividad parlamentaria desde el punto de vista periodístico es esa sesión de control, las preguntas a los miembros del Gobierno. Aunque, en realidad, lo sustantivo es lo menos vistoso. Son los debates delas proposiciones de ley, las votaciones de los proyectos de ley y la actividad en las comisiones.

Básicamente, asistes al pleno, sales al patio, te cruzas con los diputados, preguntas, se hacen corrillos, te enteras de cosas. Antiguamente (qué frase, eh, antiguamente), se conseguían muchas cosas exclusivas en la cafetería y en los pasillos, pero era una época en la que había una veintena de periodistas en el Congreso, ahora hay medio centenar en un pleno, entre televisiones, radios y tal. Ahora lo que no hay son informaciones exclusivas, si tienes una exclusiva es porque te la han querido contar, no es porque estuviste muy hábil y pillaste a un diputado, a un portavoz o a un ministro en la cafetería y le sacaste algo. Esto ha pasado a mejor vida porque ahora todos los diputados saben que se mueven por cualquier lugar del congreso (los pasillos, el patio, la cafetería) y va a haber periodistas en todos lados porque estamos en todas partes. (min 19.02) Es una actividad divertida, es ameno el Congreso. Si haces migas con los diputados es más divertido

Luego, la transacción de eso al producto periodístico tiene ese problema, que es que prima lo que es viralizable: una bronca entre parlamentarios, la respuesta todas las semanas de Yolanda Díaz a Teo García en la sesión de control, porque son piezas de un minuto o minuto y medio y son muy viralizables. Hay una cosa que hago para combatir eso: intento, casi todas las semanas, (como la página web del Congreso tiene en el streaming directo todas las intervenciones catalogadas individualmente, que te las puedes descargar, en cuanto terminan te puedes bajar el vídeo de los tres minutos que acaba de intervenir un parlamentario) procuro, a través de la cuenta de Twitter y de un canal que tengo en YouTube, descargarme alguna intervención completa, de 5 a 7 minutos, y difundirla a través de redes para que se vea que el parlamento no es solo un señor gritándole a otro en la tribuna o una respuesta que es un zasca, sino también hay discursos sofisticados, interesantes, sobre la legislación. Pero, es verdad que, como en tantas otras actividades, estamos muy presos del pequeño show que se produce cada día.


P. Parece que en el Congreso se han perdido un poco las formas. ¿Ahora se hacen las sesiones más amenas o, por el contrario, dan más vergüenza?


R. Lo desagradable es desagradable, no se hace más ameno. No quiero ser nostálgico, no quiero idealizar lo que ocurría antes, como que el Congreso era muy indizad y se mantenía un respeto y una cortesía que hoy no existe, porque en realidad no era muy así. Es verdad que es una cosa que se oye muy mal porque el Congreso no pasa el sonido ambiente, con lo cual, los gritos que hay desde los escaños a quien interviene, normalmente en los vídeos y en el streaming no se escuchan. Pero, es verdad que, no tanto por las palabras gruesas desde la tribuna (que palabras gruesas desde la tribuna ha habido siempre), es verdad que ahora hay un hooliganismo desde los escaños que no existía antes. Yo creo que tiene que ver directamente con la entrada de Vox en el parlamento. Las cosas que se escuchan ahora, gritarle al que está en el uso de la palabra desde los escaños, yo no estaba en el Congreso en los años 80 o 90, pero tengo la impresión de que esa sensación de que se ha convertido en una grada de fútbol tiene que ver con el momento político. Y como tiene que ver con el momento político, también creo que en el momento en el que cambiemos un poco de marco y la política pierda un poco de polarización volveremos a unas formas un poco más corteses.


P. ¿Crees que, por lo general, es muy bajo el nivel de la clase política o, en el fondo, es un reflejo de la sociedad?


R. No creo que sea bajo el nivel de la clase política. Creo que hay algunos liderazgos con déficits importantes de formación, de retórica, pero algunos liderazgos. En general, el nivel de la clase política no creo que sea peor ahora que antes y, además, más que decir que es un reflejo de la sociedad, diría que, aquí como en todos lados, es un reflejo del momento del país, incluidos los gritos desde los escaños. Ahora es más habitual, hoy que hace diez años, entrar en un bar y escuchar una discusión sobre política. Entonces, no se trata tanto de si ellos son un reflejo de nosotros o no. Yo creo que la política es muy epidérmica y atiende mucho al humor social del momento, y que si hay hooliganismo y descortesía y lo hay reiteradamente es porque hay un buen feedback, es decir, hay gente que lo celebra. Insisto, eso no tiene tanto que ver con qué sociedad somos como en qué momento estamos.


P. ¿Entre periodistas y políticos las relaciones son buenas o depende de cada persona?


R. Depende mucho de cada persona. Yo siempre he tenido muy buena relación con los compañeros de otros medios, siempre he tenido amigos. Siempre he pensado que tus verdaderos compañeros de trabajo no son los que trabajan en el mismo medio que tú, sino los que trabajan en el mismo cometido que tú en otro medio porque son a los que te encuentras todos los días.

Sí es cierto que, en relación a otras secciones de los periódicos, la sección de política es más competitiva y hay más gente desconfiada. En cultura era más fácil esto, nadie veía en el otro periódico un rival o una amenaza. En política es más común, porque en política se juegan muchas más vanidades. Ser periodista político es casi ser famoso. Entonces, la competición es un poco más cruda. Llegué hace cinco años al Congreso y el primer cometido fue cubrir a Podemos. De toda la gente que estaba cubriendo a Podemos, al que menos le llevaba le llevaba 15 años y, sin embargo, he hecho muy buenas migas con unos cuantos de ellos, tengo buenos amigos en otros medios en las secciones de política. Depende de cada uno, yo siempre he sido muy confiado. Nunca he retenido un teléfono. A mí alguien me dice de otro medio “tienes el teléfono de no sé quién, que lo necesito” y se lo paso, no hago patrimonio de la agenda ni nada de esto. Pero bueno, ahí cada uno se conduce como considera.


P. ¿Y entre periodistas y políticos?


R. Una de las razones por las que me gusta mucho esta profesión es porque te permite conocer a gente interesante todo el tiempo y si vas cambiando de sección, como he hecho yo, vas haciendo amigos todo el rato. Yo ya había hecho buenos amigos en la política en Asturias, hasta el punto de que recibí ofertas de trabajo allá en Asturias de Izquierda Unida y del Partido Popular, y sigo haciendo amigos en el Congreso de los Diputados. Donde más difícil me resultó fue en el mundo de la cultura porque hay tal cantidad de vanidades, tengo amigos directores de cine o actores pero en general son un mundo que me resultaba mucho más ajeno. En el Congreso sí, yo sí hago amigos. A mí no me crea un problema esto para escribir. Por otra parte, si a mí cuando tenía 22 años, empezaba en esto, me dicen “la condición para hacer vuestro trabajo es que te mantengas como un médico que va a operar, es decir, una distancia con el paciente de no empatizar, si no no harás bien tu trabajo”, me hubiera dedicado a otra cosa.

Lo que me divierte de esto es haber conocido a Isaac Vilacuesta, director de cine, que me parece un tipo súper interesante, o a Nacho Vigalondo. En el Congreso de los Diputados, en la política, al que fue Secretario de Estado de la Comunicación del PP, José María Lassalle, o el mismo Pablo Iglesias. Soy muy admirador de los modos políticos de Aitor Esteban porque me llevo bien, y no somos amigos porque es un señor un poco reservado, pero tenemos muy buen trato.

A mí no me crea problemas esto, no me los ha creado nunca, ni tener amigos en la competencia (compañeros de otros periódicos) ni tener amigos que en el fondo son un objeto de la información que haces, nunca me ha puesto en un problema. A lo mejor porque escojo bien, quiero decir que no me ha llegado nunca el dossier con la cuenta en las Islas Caimán de alguien que pensabas que era amigo tuyo y tienes que describir “pues este señor ha sacado 40 millones de España”.



P. ¿Nunca te has planteado, como han hecho otros como Pablo Montesinos por ejemplo, entrar en un partido político? A pesar de que, como has dicho, sí que te lo han ofrecido alguna vez


R. No he recibido muchas ofertas pero he recibido alguna, y de muy distinto signo político. No. No por ningún puritanismo sino por lo mismo que te decía antes de los nuevos lenguajes, el streaming. Creo que uno debe hacer aquello que sabe hacer. Un político importante me ofreció una vez dirigirle el gabinete de prensa y le dije “no necesitas a un bocazas dirigiéndote el gabinete de prensa, necesitas justo lo contrario que un bocazas. Si yo me pongo ahí, que además vengo de que todos los periodistas que me van a llamar cuando esté en ese gabinete son amigos míos porque los conozco a todos, te crearía una crisis cada semana prácticamente. Necesitas ahí a una persona discreta, muy seria, que no le dé por hacer chistes y frivolizar y que luego aparezcan entrecomilladas en una…”. En fin, no es mi sitio ese claramente. Lo tengo muy claro, no por nada sino porque lo haría mal, de hecho mi seguro de vida es la cuenta de Twitter. Tengo una cuenta de Twitter que la tendría que borrar entera si un día decidiera dar el salto a la política y la razón por la que no borro jamás un tuit es para evitar eso. Viendo esa cuenta de Twitter ya sé que no voy a ser concejal nunca


P. Para ti, ¿qué es Twitter?


R. Me lo tomo como una especie de apéndice del trabajo. Yo en Twitter opero solo durante la jornada laboral.


P. ¿Te pagan por tuitear?


R. No. Y, además, no cobraría por tuitear porque, entonces, no podría hacer lo que hago. Forma parte de mi vida civil, es decir, no es mi vida profesional, pero me lo tomo como una especie de complemento con el trabajo que hago.

Para mí ha sido mucho ensayo-error Twitter. He ido dándome cuenta de lo que era conforme lo he ido usando. Hay una cosa que no me gusta de tener una comunidad tan amplia ahora que es que mido más, a pesar de que parezca muy salvaje tuiteando, ahora mido mucho más lo que hago en Twitter porque es más fácil que se malinterprete, te viralizan enseguida. Pero, a la vez, creo que me he buscado como un seguro de vida que es que, como yo mismo frivolizo sobre lo que hago en redes sociales, no pasa nada porque alguien diga que eres idiota porque tampoco yo me lo tomo tan en serio. Sí tengo muy clara una cosa, que a pesar de que a veces se me montan algunas polémicas (bueno algunas las busco) muy rudas, y la gente es muy agresiva, yo solo lo hago porque me divierte. En el momento que me enfadara, que me asustara que alguien me llamase tonto, lo dejaría. Yo lo hago porque me divierto y contesto a la gente cuando me insulta porque me lo paso bien. Y, a veces, de hecho, me lo paso bien y lo considero parte del placer.

Por mencionar una polémica muy tonta, hace dos años, era un día además que me iba de casa, tenía una cena, y a las ocho de la tarde puse un tuit diciendo, cuando el incendio de Notre Dame, que a mí casi me gustaría más que la dejaran como estaba sin reconstruirla, afianzaran la estructura y dejaran la huella del incendio sin la cubierta, y que el dinero que habían dado tantos millonarios franceses, que estuvieron unos cuantos días dando noticias de “Louis Vuitton va a dar no sé cuántos millones”, que ese dinero se destinara a otra cosa de la agencia social. Me fui a cenar, inocente de mí, y cuando llegué a casa, tipo once y media, descubrí que había un montón de ciudadanos cabreados porque yo quisiera disponer del dinero de los millonarios. Esto pasa mucho en Twitter, que hay mucha gente que es abogada del capital de otra persona. Salen muertos de hambre a defender a Louis Vuitton diciendo “tienen derecho”. Entonces había tal incendio que dije “bueno, vamos a pasar un rato bien”. Me abrí una botella de vino, encendí el ordenador y estuve hasta las dos de la mañana repartiendo zascas. Lo pasé muy bien. Quiero decir que no sufro. Si sufriera, ya la vida te da tormentos suficientes como para encima estar en Twitter atormentado porque te llaman imbécil. Además, hay que tener una consideración, por lo menos yo lo interpreto así en Twitter, la mayoría de esa gente que te insulta como muy ofendida no te lo diría en vivo, te discutiría el argumento y llegaríais a un acuerdo, o no, pero sería una cosa limitada. Es la propia regla, estar camuflado detrás de un perfil digital te hace comportarte así de violento. No, no me lo tomo muy en serio y me divierto mucho. Pero no te sabría teorizar grandes cosas sobre cómo lo uso, no tengo un plan en realidad. He ido improvisando. Luego, me he dado cuenta de que el hecho de que yo interactúe mucho y tenga las notificaciones abiertas hace que la comunidad de seguidores que tengo es muy activa y me tiene mucho en cuenta. Pero eso lo he descubierto a posteriori, por el uso.


P. Una polémica similar te pasó hace pocos meses cuando Luz Sánchez Mellado publicó una especie de reportaje cuando fue a dos hoteles de lujo de Madrid.


R. Sí, se enfadó Luz.


P. Que ella es muy popular también en Twitter.


R. Debo decir que la cosa no llegó a mayores porque yo la sigo y ella me seguía y nos seguimos siguiendo los dos, nadie ha bloqueado a nadie, cosa que me alegra mucho. Mi juicio (es que yo esto lo hago mucho) es sobre qué hacemos los periodistas y los medios, y lo que me interesa es qué hacemos los periodistas y los medios, no quién firma qué. Entonces, en realidad, la crítica no era al reportaje en sí, era al hecho de que en ese mismo medio durante los últimos años se ha ido blanqueando la precariedad material poniéndole nombres chulos: no salir el fin de semana es nestin. O sea, al final ser pobre es guay. Que el mismo medio que lleva promocionando tanto tiempo este tipo de “si comes solo dos veces por semana además de que adelgazas ahorras un montón”, que ese medio de repente nos venda ’48 horas en los hoteles de más lujo de Madrid’ me parece que era digno de un sarcasmo (que no tenía que ver con Luz, no había nada contra Luz Sánchez Mellado). Pero bueno, me parece bien que se enfade y la cosa tampoco llegó a mayores.

Cuando haces esto que yo hago, que es todo el día preguntarte si lo estamos haciendo bien los periodistas, tengo muchos periodistas enfadados. Lo de ‘la mesa camilla’, un día que llamé mesa camilla a una tertulia, me cayó de todo porque como ese día había cuatro mujeres en la tertulia, me llamaron que ya era un machismo, en fin. Digamos que, dela gente que se enfada contigo, a veces se enfada con razón y lo único que tienes que hacer es hacerte cargo, ya está. Un muy amigo mío hizo un chiste de los nazis y Grindr cuando la manifa de Chueca (él tiene una cuenta muy pequeñita y es un profesional de Grindr, quiero decir, él se lo sabe). Hizo un chiste, yo se lo tuiteé, claro es que él no tiene cien mil seguidores, entonces me estaban llamando homófobo por tres semanas. Bueno, pues ya está. ¿Lo soy?, no, pero no me voy a poner a discutir esto con nadie. Ya me hago cargo de que me puedes llamar. Está en el derecho de la gente contestarte y debes hacerte cargo o borrar el tuit. Yo borro tuits. ¿Tengo tuits que no publicaría?, sí, claro, hay algunos que no los debería haber publicado, pero una vez que los haces, como en la vida, chico, te tienes que hacer cargo, están ahí.


P. Volviendo un poco al periodismo en sí. ¿Qué referentes tienes? ¿A quién lees ahora mismo? ¿A quién sigues más?


R. Leo a mucha gente, a compañeros de todos los medios. Depende del tema, veo. Mi mentor, mi amigo también, es Enric Juliana, en lo que a la crónica política se refiere, pero cuando lo conocí en 2004 pensaba que era el mejor periodista político de este país, y lo sigo pensando. A veces, cuando escribo y no me salen las cosas como quiero, no consigo que el texto tenga la calidad que quiero, maldigo a Jabois que le salen unos textos a veces que dices “madre mía, esto es pa’ llorar de bien escrito que está”. (min 40.00) En todo el periodismo cultural, adoro a Javi Sánchez, de Vanity Fair, por todo lo que escribe de videojuegos y cultura audiovisual, a Noel Ceballos. En economía me flipa Manel Pérez, que es uno de los directores de La Vanguardia, y que también hace un trabajo en periodismo económico que muy poca gente hace, de reflexión sobre el momento. Hay muchos periodistas científicos que me gustan mucho y que, además, divulgan muy bien en Twitter. Tengo referencias por todos lados. Bueno, como si fuera hijo mío, soy fan de Nanísimo, pero no solo de su revelación con las elecciones americanas (que es producto de cuatro años aprendiéndose el mapa el electoral de Estados Unidos) sino que cuando tenía 20 años, ya hacía un blog de cine que se llamaba Cinefagos, yo ya flipaba leyéndole. Cuando leo crónicas de festivales me parece que nadie lo hace como Luis Martínez, de El Mundo. Me flipa lo que hace Ángel Martín en Twitch por las mañanas, estos microinformativos. No sé, mucha gente de lenguajes muy distintos. Estoy muy contento con una cosa que ha ocurrido en los últimos años que es que se ha hecho muy serio el periodismo cultural sobre videojuegos. Hace 20 años era un poco como si escribieran sobre jueguecitos y ahora ya hay una crítica muy sofisticada, medios como Nivel Oculto, Presura, Nait, donde ves cosas de un nivel asombroso sobre el videojuego. En fin, mucha gente.


P. ¿Crees, por otro lado, que existe una cierta élite mediática, dentro de los propios medios, las cabezas más visibles, los altos jefes o los más poderosos, que realmente se alejan de sus compañero periodistas y que están en otro nivel mucho más alto y relacionado, incluso, con el poder?


R. Esto es complicado, pero esto tiene mucho que ver con la televisión. La televisión tiene un poder asombroso de crear celebridad y prestigio. Entonces, es inevitable que los periodistas que pasan por televisión se conviertan en líderes de opinión por encima de sus compañeros de medio que no van a la televisión. Pero bueno, esto es inevitable.

¿Si existe una élite?, no. Lo que hay, yo creo, también porque la gente no cambia de especialidad, hay gente que lleva 30 años haciendo prensa política, entonces, a determinados políticos que tienen carreras veteranas tienen con ellos una relación muy próxima y, por tanto, tienen acceso a información de esos sectores que otros no tienen. Pero creo que tiene más que ver con la notoriedad, con la celebridad, que con el escalafón, el hecho de que seas director, tengo esa impresión. También una cosa va con la otra porque, si llevas muchos años en medios, al final no te pasa lo que a mí que sigo siendo soldado, lo normal de la gente de mi edad ya haya pasado por cargos en los medios. Si tienes prestigio o fama acumulada y a la vez muchos años de profesión, lo lógico es que estés en el puente de mando en el medio en el que estás. Pero no creo que por tener un alto cargo en un medio tengas una relación especial con el poder. En realidad es más bien al revés. Casi te diría que los directores de medios son los que más sufren las presiones, en realidad no es ninguna bendición.



P. Personalmente, para ti, como periodista, ¿cuál ha sido tu mayor decepción?


R. No sé. Yo veo todos los días cosas que me enfadan mucho sobre la profesión y cosas que me parecen creo que vivimos en un gran momento del periodismo, en general en este país, que no ha habido otro mejor, porque nosotros no somos Estados Unidos, aquí no ha habido unos años del watergate, porque no había democracia entonces. Creo que el periodismo de calidad es condición sine qua non que se desarrolle en democracia y, entonces, lo que se hace previamente, necesariamente no se despide la misma calidad. Creo que ahora hay mucho más periodismo por todas partes y por eso hay mejor periodismo.

¿Decepción?, bueno sí. LA mayor decepción que me he llevado con el periodismo fue la campaña orquestada en torno a los atentados de 2004 del once de marzo. El “invent” magnífico, el fake de que aquello había sido obra de ETA conchabada con el PSOE, que estuvo publicándose durante cuatro años en medios de Madrid y que no tuvo coste, nadie pagó por eso. Y, de hecho, creo que el hecho de que hoy padezcamos que los fake quedan impunes tiene que ver con ese proceso. Si aquel proceso hubiera sido sancionado de alguna manera, si aquella mentira cacareada en portadas durante cuatro años hubiera tenido un coste para los que la perpetraron, hoy tendríamos un periodismo más sano. Y como no fue así, hoy padecemos un periodismo muy bueno cuando es muy bueno pero el periodismo de inventárselo sale gratis.


P. Tú has hecho también muchas entrevistas, ¿cuál ha sido la que más ilusión te hizo?


R. Sin ninguna duda, Raphael.


P. ¿Y la que más te costó conseguir?


R. Raphael, porque yo la pedí por el disco del 50 aniversario, no daban entrevistas, solo dieron una rueda de prensa y estuve como un año detrás de esa entrevista. Raphael hizo una gira, luego se fue a América, y a la vuelta de América me llamó la discográfica, me dijeron “si ahora quieres, ahora la hace”. Fue una entrevista larga, hora y media, los dos solos. No tenía una antes y una después, que es muy habitual. Cuando haces entrevistas, normalmente es un ciclo de entrevistas, es un ciclo de promoción. El tipo que entrevistas le acaba de entrevistar otro y va a tener otra entrevista cuando tú acabes, y eso hace que terminen muy cansados porque hay determinadas preguntas que se van a repetir. En cambio, yo tuve la ocasión de entrevistarle a él solo y era la única entrevista que iba a hacer y lo pasé muy bien.

La otra que me costó mucho conseguir, y que disfruté un montón, fue a Aaron Sorkin, el guionista norteamericano, el creador de El ala oeste, el guionista de La red social, la película obre Facebook. Esta también la perseguí. Perseguí a Sony, la distribuidora, porque quería hacer esta entrevista y muy guay hacerla.



P. La entrevista de Évole ayer a Redondo, ¿la viste?


R. Sí


P. ¿Qué te pareció?


R. No me gustó nada ninguno de los dos.


P. Igual que viste a entrevista de ayer, supongo que también verías un artículo que publicó el señor Sostres en el ABC este verano. Solo quería preguntarte qué te pareció. Se titulaba “Pedro Vallín se ha enamorado y cómo Hitler ganó las elecciones”.


R. Me reí mucho, la verdad. Como lo de Twitter. Voy a ser preciso: este tipo de cosas, depende de quién vengan te afectan o no. en este caso, Salvador Sostres hace muchos años que sé quién es, a qué se dedica, y esto era una forma de “pedir casito”, sin más. De hecho, tan no me afectó que se la pasé a todos mis colegas, les dije “hostia, tenéis que leer esto”.


P. Te llama de todo: “fantasma”, “idiota”, “falto de inteligencia”, y habla también de tu relación con Pablo Iglesias y con Redondo que, al salir del Gobierno, dice él que “se te han muerto los amantes”, que te has quedado ahora sin exclusivas. ¿Te has quedado sin exclusivas?


R. Primero, las exclusivas no tienen un gran valor ya por lo que te decía antes. Segundo, yo creo que solo he dado una exclusiva, que fue un poco una broma, porque lo que pasa por ser exclusivas en realidad son adelantos, es dar cinco minutos antes que los demás lo que todo el mundo va a tener cinco minutos después. Entonces, si eres un poco ratilla o andas un poco espabilado te adelantas cinco minutos al resto. Y si te adelantas cinco minutos al resto en el mundo de Internet estás robando clics como un campeón, pero eso no es dar una exclusiva, eso es adelantarte un poco a que todo el mundo tenga una información.

No, no me he quedado sin exclusivas porque, en realidad, yo no he dado ninguna exclusiva. La única exclusiva que he dado, y era un poco una broma, es la foto de Pablo con el pelo corto. yo cuando supe que se había cortado el pelo le dije “te van a hacer un robado y al final va a dar la noticia un propio con un móvil en un supermercado”, porque como Iglesias va al súper a comprar, saca a los perros. pero vamos, mira tú qué exclusiva.


P. ¿Posó con tu libro, no?


R. Sí, eso fue un troleo.


P. Y bueno, ¿cuál es tu relación con Pablo Iglesias?

R. Buena. Pero mi relación es buena con Pablo Iglesias, es buena con Yolanda Díaz, te decía antes que es buena con Aitor Esteban. Básicamente, mi cometido en el Congreso es cubrir a Unidas Podemos, los grupos catalanes (Esquerra Republicana, Junts), EH Bildu, PNV y tengo muy buena relación con todos. Con Ferran Bel de Junts per Catalunya tengo buena relación, con Gabriel Rufián me llevo muy bien, con Aitor. Luego, yo soy muy fan de un parlamentario del PNV que es muy poco conocido que se llama Mikel Legarda y que cada vez que hace una intervención en el parlamento me parece modélica. Cuesta lo mismo llevarse bien que mal con la gente y yo me llevo bien con todos los grupos que cubro. No sé si es un pecado mayor o menor. En la época en la que era presidenta del Congreso Ana Pastor, del PP, no voy a decir que éramos amigos, ni mucho menos, pero siempre estábamos los 5 o 6 que nos íbamos los últimos del Congreso que, además, éramos fumadores, estábamos en el patio fumando a las nueve de la noche a punto de cerrar las páginas, y ella siempre que salía, que se iba la última del Congreso cuando había pleno, siempre venía a saludarnos, a interesarse por nosotros. Me parece una señora entrañable con la que era muy fácil llevarse bien. El que fue secretario de estado de cultura y de agenda digital del PP, José María Lassalle, lo considero amigo.


P. ¿Es muy importante para un periodista hacerse una buena agenda?

R. Sí, bueno, en realidad, una cosa y la otra. En este caso, ahí mencionaba a Iván Redondo como uno de mis amores.


P. Sí. Iván Redondo y Pablo Iglesias.

R. Yo a Iván Redondo, estuve con él a solas, por primera vez, el día antes de que saliera del Gobierno. Esa era mi relación con Iván Redondo porque yo no cubría Moncloa, Moncloa la cubría un compañero que hace PSOE. Así que, mi historia de amor con Iván Redondo es ninguna porque yo no tenía que cubrir esa parte del Gobierno, pero si la hubiera tenido ningún problema.


P. Y ya para acabar, el día 13 de este mes sacas nuevo libro, ¿tiene algo que ver con el anterior, con ‘Me cago en Godard’, o es diferente?


R. No tiene nada que ver aunque sí tiene un vínculo. Este libro tenía que haber sido una antología de crónicas políticas de estos últimos seis años. De estas crómicas que hago para la web de La Vanguardia que mezclan películas con la actualidad política. Lo que pasa, que nos pusimos a trabajar en ello, incorporamos algunas inéditas que yo no me había atrevido a publicar en su momento, reescribimos todos los textos, hicimos una construcción no cronológica. Con lo cual, lo que tendría que haber sido una antología de artículos en realidad es un libro nuevo.

¿Cuál es la relación con Godard? La relación con Godard es que, en el fondo, la tesis de “Me cago en Godard” era que ‘la realidad social del momento es performativa de los productos culturales de masas’, es decir, que los productos culturales de masas reflejan siempre el humor social y político del momento. Y aquí hay un juego especular porque, lo que se defiende en el fondo, es que las narrativas de la cultura popular son útiles para entender la política porque, en el fondo, la narrativa es performativa dela política, es performativa de la realidad. Todos aprendemos de nuestros propios mitos culturales comportamientos que reproducimos. Es inevitable que las ficciones contaminen la realidad. Es inevitable, de modo que esto, en realidad, es como si fuera al revés que Godard. Si Godard decía que la realidad política condiciona cómo se construyen las ficciones, en este se defiende lo contrario, que las ficciones condicionan también como se despliega la realidad política.

Y sí, no teniendo nada que ver, porque uno era un libro de ensayo sobre cine y cultura muy lleno de política, este es una crónica política pero muy llena de cultura ‘popu’.


P. Este segundo libro en concreto, ¿cuánto te lleva escribir un libro así?


R. Como era con material que existía, aunque hay piezas escritas ad hoc para el libro y alguno inédito, creo que le echamos ocho meses a este libro el editor y yo. Godard, en cambio, me llevó año y medio, pero en Godard no tenía material pre escrito, era de cero. En este le hemos echado algo más de medio año


P. ¿Estás leyendo algún libro ahora?


R. Sí, a ver si digo bien el título, estoy terminando “Goya en el país de los garrotazos”. Es una interpretación de Goya, del personaje y de su arte, que lo trae a la actualidad: por qué somos el país que Goya quería retratar. Hay unos paralelismos entre la Ilustración y la Transición y la crisis posterior. Es de Berna González Harbour. Es un libro magnífico, muy ameno.


P. ¿Y alguna serie?


R. Es que tengo tantas empezadas. Acabo de terminar The good fight, la quinta temporada, me queda un poco para acabar Spice, la serie de ciencia ficción de Prime Video, he empezado fundación, pero casi he empezado y llevo muy poco. ¿Estoy viendo algo de política ahora?, no, no estoy viendo nada de política. Bueno, The good fight es política. Tengo más por ahí empezadas. ¿Cómo se llama la del caballo que es un actor retirado, la de animación?


P. Horseman.


R. Sí, esa. He empezado esa porque se me había pasado en su momento. Creo que nada más, que tenga empezado ahora creo que nada más.


P. ¿Y alguna peli que hayas visto últimamente?

R. LA última que he visto, además en unas circunstancias muy especiales, es Maixabel de Icíar Bollaín. Hicieron un pase en la prisión de Pamplona para los reclusos a la que fue ella, Maixabel Lassa, y fue la directora, Icíar Bollaín, y luego hubo un coloquio con los presos. Fue muy impactante ver la película (bueno, la película es que es muy impactante, abrumadora) y verla allí con los presos, asistir al coloquio y escuchar a Maixabel Lassa explicando cómo vivió todo este proceso fue una cosa impactante. Luego, tuve la ocasión de estar con ella un rato y, claro, el personaje es alucinante.


P. Ya para acabar, ¿algún consejo que darías a gente como nosotros que estamos en la carrera y que nos espera un futuro, probablemente, de incertidumbre?


R: No más de incertidumbre que en otras profesiones porque creo que el periodismo está muy precarizado pero no está más precarizado que otras cosas. Un consejo no. Si tenéis curiosidad yo creo que os irá bien. Yo me lo paso muy bien. Me lo paso tan bien ahora como cuando tenía 23 años porque tengo distinta curiosidad. Un periodismo que no he hecho y que me encantaría hacer, solo por todo lo que se puede aprender, es periodismo científico. Creo que este trabajo es muy grato si tienes curiosidad por las cosas porque todo te resulta interesante, no te aburres nunca. También esto que os decía que yo soy muy partidario de que la gente se especialice para un rato y luego lo deje porque, además, lo que he visto en todas las secciones en las que he estado es que el periodista que lleva treinta años haciendo lo mismo en realidad está un poco harto. Y yo, que llevo ya casi treinta años en la profesión, veintiocho, no me aburro nunca ni estoy harto y, seguramente, si estuviera haciendo lo que estaba haciendo cuando empecé con 23 años estaría hartito ya.


P. Muchísimas gracias por venir a Café y Micro y que vaya muy bien.


R. Gracias a vosotros y mucha suerte


 
 
 

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